¿Podemos, Neojacobinismo o reconocimiento de las realidades territoriales?

Tener una perspectiva desde Canarias de lo que sucede en el ámbito de la política estatal se convierte muchas veces en una tarea hercúlea. A la inversa, tener una visión desde el centro de la política en Canarias, es, a la vista de la experiencia, imposible. Da igual la preferencia ideológica que acompañe a dicho esfuerzo. La derecha españolista, tradicionalmente, incapaz de comprender Canarias. La socialdemocracia tan federal para otros territorios es en esta Islas, sucursalista y dependiente políticamente. El comunismo y su herencia (IU), de manera similar adolece de una comprensión canarista y, finalmente, el emergente Podemos, plurinacional y posmoderno para el conjunto del Estado y de las nacionalidades que lo componen, es torpe, centralista y jacobino en estas Islas. 

Siendo como es la dirigencia madrileña de Podemos, experta en las Ciencias Políticas y en el análisis de la realidad decolonial y transmoderna de América Latina, no se explica uno muy bien cómo puede ser tan dejada con el caso de estas Islas. ¿Tenemos, acaso, como eterna condena tener que pelear nuestra identidad política en cualquiera de los escenarios que se abran en el Estado Español? Parece que sí. Y cada vez comenzando desde el punto cero. No habría mejor ejemplo de Sísifo que esto.

Cuando leemos los editoriales de la prensa de referencia que resaltan los argumentos de la dirección de Podemos, oímos constantemente la referencias a Catalunya, Euskadi, Galicia, últimamente a Valencia -que vuelve a ser el País Valenciá-, Baleares, e incluso otros territorios que bien merecido proyectan su lado identitario-político. Sin embargo, Canarias no está nunca referenciada. La pregunta que me asalta es: ¿Por qué?

¿No saben nada todas estas personas que están al frente de Podemos de la historia política de estas islas del último medio siglo? Doy por hecho que de ahí para detrás efectivamente lo ignoran todo. Pero la cuestión es si en el proyecto que se oferta para liderar un cambio político de envergadura en el Estado, la comunidad que habita nuestro Archipiélago va a estar de nuevo relegada al pelotón más parsimonioso y menos reformador en la nueva situación. Canarias corre el riesgo por estas circunstancias de verse otra vez descolgada del diseño de un nuevo mapa de poder territorial en el Estado. Ya ocurrió durante la tramitación de la autonomía entre 1979 y 1983, en que se nos descabalgó del grupo de autonomías avanzadas, para recolocarnos en un camino intermedio entre éstas y las del modelo retardatario. 

Quizá estamos muy lejos, quizá significamos poco en el conjunto estatal, quizá da exactamente igual lo que ocurra aquí. Quizá somos el territorio más atrasado entre los atrasados. Pero son precisamente todos esos quizás, los que hacen urgente tomar conciencia de que la historia no puede ni debe repetirse. Un paro altísimo, un nivel de formación medio-bajo, una destrucción del territorio galopante, problemas de orden geopolítico crecientes por la inestabilidad de la ribera africana en la que nos encontramos, un territorio estructuralmente desagregado, sin mares interiores, por los que se escapan recursos y se nos aproximan peligros militares y medioambientales, se contrastan con un potencial de resolución de estas problemáticas bastante alto. Con más autonomía, con mares interiores, con un modelo energético sustentado en las renovables, con un nuevo enfoque sobre la explotación de la industria turística más integrado y engrasado con el sector primario, encontremos soluciones factibles, pero siempre que tengamos la herramienta política precisa para poder llevarlo a cabo.


Pero para eso tenemos que fortalecer nuestra identidad política, claro que enmarcada y apoyada en la que se desarrolla en el conjunto del Estado, pero con personalidad propia. No se puede relegar a las Islas en el nuevo escenario de cambio, que no se dará impulsado desde una perspectiva neojacobina o, peor, tardocolonial. Tenemos la obligación de estar en el nuevo proceso siendo protagonistas de él; y para ello tenemos que tener una herramienta política propia, de identidad política canarista. Podemos, que nació con voluntad de transformación para España, debe también saber reubicarse en este archipiélago, tal y como lo hace en las otras nacionalidades del Estado.

La gran borrachera del 23 de febrero de 1981

No sé cómo serán ahora los mandos militares ni, por extensión, los de la guardia civil, pero por mi contacto con ellos en 1980, cuando me to...